miércoles, junio 22, 2005

Chismógrafo literario

Estás atrapado en Fahrenheit 451, ¿qué libro te gustaría ser?

Hace años (tenía como 14 años) le platiqué de memoria un libro a la mujer de la panadería. Poco fiel sería conmigo mismo si escogiera otro. Así pues, me asumo la personalidad de Los tres mosqueteros, para recorrer el camino de París a Calais y de allí a Londres, regresar, ir al sitio de La Rochelle, pasar una noche en brazos de Milady y “combatir a esos pobres diablos de hugonotes”.

¿Alguna vez te enamoraste de algún personaje de ficción?

Estoy convencido. Creo que de varios. De Constanza Bonarcieurx, de Becky Thatcher, de la franca heroica de Las Mil noches y Una noche. Y también, para qué negarlo, del mismo D’Artagnan (con Constanza muriéndosele en los brazos), de Mr. Harrison Fish y de su némesis, Harras, de La Hora de todos.
Me he enamorado de tantos…

El último libro que compraste fue...

No sé cuál es el último… La adquisición más reciente fue La sociedad postcapitalista del viejito cabrón de Peter Drucker (ah, la de cosas que tiene que soplarse uno para poder decir que se tiene idea de algo).

¿Qué estás leyendo actualmente?

El último tomo de El vizconde de Bragelonne, en una hermosa edición ilustrada, con forros en tela, en papel couché y letra a 11 puntos, de Mondadori (me tardé años en conseguir una edición bonita, pero lo logré)

Cinco libros que llevarías a una isla desierta:

- La isla misteriosa de Julio Verne. Cuando leí ese libro decidí que abandonaría la arqueología y, pese a la paliza con la que me amenazó mi padre, decidí volverme ingeniero (después descubrí, con gran pesar y decepción, que los ingenieros ya no aprendemos a hacer todas las cosas de las que es capaz el ingeniero Ciro Smith). A ver si soy capaz de convertir una isla desierta en un paraíso post-industrial.
- Orlando Furioso de Ludovico Ariosto. Pa’ poderme volver loco con estilo.
Y los tres libros que me he reservado para mi retiro:
- El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
- La Guerra y la paz
- Los miserables
¿Por qué esos tres? Tal vez porque en la casa paterna las versiones de Aguilar daban miedo y uno iba postergando el acercamiento a libros tan gruesos, empastados en piel, con hojas de papel cebolla, a dos columnas y letra a 9 puntos. El problema radica en que no vendrían solos: les acompañarían el resto de las Obras Completas que viven en los mismos volúmenes, apretujadas en esa letra tan pequeña y esas hojas tan delgaditas.
No sé si me lo pasaría bomba o no pero, de que mejoraría mi vocabulario, de eso no hay duda.

Imágenes barcelonesas (II y III)

Rocafort es una estación de metro femenina. O, por lo menos, eso me parece cuando salgo de ella todas las mañanas: único varón en un pelotón de mujeres que van al trabajo, a la escuela, de compras.

* * *

Katy, siempre sorprendente en acento e historias, describe su relación con un novio de años, novio que tiene una peculiaridad: necesita cagar chingo. En pelotas. Desnudo, pues.
Yo sonrío cuando me imagino entrando en el baño de un restaurante, de la oficina, o, incluso, en el campo, encuerándome para cagar a gusto. ¡Yo, que uso el baño como biblioteca!
No puedo concebirlo. ¿Alguien podría?

martes, junio 21, 2005

Imágenes barcelonesas (I)

Voy caminando por la calle. Diez metros delante de mí, mientras espera la luz verde para pasar la calle, una mujer de veintitantos se dobla en ángulo recto para dejar las bolsas con la compra en el suelo.
Junto a mí, otra mujer, de cincuenta y muchos, rezonga y protesta por lo bajo. No es para más: la joven lleva una minifalda tan breve que, cuando vuelve a enderezarse, no le llega ni a la mitad de los muslos.
¿De qué color eran las bragas? No sé. No pude ver tela alguna.
Ahora, que lo recuerdo, aún sonrío.