martes, noviembre 23, 2004

Carta abierta

Por alguna razón de excesiva autocrítica, a veces me digo que mi vida es estéril y falta de aventuras. Sin embargo, cuando doy una pequeña revisión, reconozco que esto no siempre es verdad. Tal vez no tenga los tintes de algo excesivamente excitante, pero por lo menos he tratado de que la monotonía no me invada del todo.

En los últimos años he tenido la oportunidad, a veces buscada y a veces hallada, de tener variedad y cambio. He adquirido el cuestionable hábito de modificar mi imagen personal cada cuatro o seis meses. En cuestiones más radicales, reconozco que, en los últimos cuatro años, he trabajado ya para tres compañías distintas, he pasado una larga temporada en los Estados Unidos, y, ahora, estoy viviendo una nueva oportunidad. Una vez más el cambio, tan necesario y deseado, ha llegado.

- Haciendo un símil no muy afortunado, soy como aquel escritor a quien le convencieron de que para ser bueno debía de sufrir. Pues bien, en mi caso, yo sufro porque no sufro. Y para fines prácticos, con este sufrimiento de círculo vicioso me basta para mantenerme al borde y escribir, dejándome caer de cabeza al mar, mirar por las ventanas, descubrir como incide la luz en ciertas esquinas. -

La Escuela de Administración de Empresas, adjunta a la Universitat Politécnica de Catalunya, me ofreció una beca para cursar una maestría en negocios familiares. He aceptado la oferta; así que renuncié a mi, a veces cómoda, a veces insoportable y muchas veces pretenciosa, posición corporativa y, desde hace ya un mes, vivo en Barcelona, España.

Una vez más tengo la experiencia de ser estudiante de tiempo completo. Una vez más extranjero.

Otra vez, lanzándome al tan querido y tan temido destierro.

La intención es prolongar esta estadía, originalmente de un año, tanto como sea posible. El futuro aún es incierto. ¿Buscar algún empleo por acá? ¿Iniciar el doctorado? Está, incluso, la idea de iniciar un negocio de importación de productos mexicanos (de hecho, eso será tema de tesis para esta nueva maestría).

Esta ciudad guarda constantes sorpresas en su gente, sus calles, sus edificios. Y estoy convencido que descubrirlas en compañía de los amigos y de la gente querida se disfruta mucho más.
JF
Duque