jueves, septiembre 09, 2004

Fábula

Hace años, mientras revisábamos los resultados de una división con el director responsable, Karla, mi asistente, le reclamó al hombre lo feo de su corbata. La verdad es que, siendo una corbata a manchas rojas, azul marino, blancas y ocres, distaba mucho de ser, ya no elegante, ni siquiera armoniosa. Aún así, quedé escandalizado ante el descarado cinismo de Karla e ingenuamente traté de salvar la situación, diciendo que a mí me parecía una corbata bonita. Ante nuestra sorpresa, el director se la quitó y me la regaló.

Aún la uso. No porque me guste, pues la verdad sí es una corbata fea, difícil de combinar. Me la pongo para recordarme que la diplomacia no significa adulación. Y que los habladores (los mentirosos y los exagerados) siempre reciben lo que se merecen.