Imágenes barcelonesas (X)
Hacía un rato grande que no veía a nadie llorar a gritos. Por eso me sorprendió tanto oírla desde el extremo de la calle, aferrada al teléfono público como a una cuerda salvadora.
Rogaba con un llanto acuoso, a moco tendido, esgrimiendo razones que, en su desesperación, repetía, dejándolas ajadas e inservibles.
Hubiera querido seguir escuchando pero la certeza de su desgracia íntima exhibida así - en plena calle, en público -, me obligó (y supongo que a los demás también) a huir, tratando de rescatar, en lo posible, el decoro.
Rogaba con un llanto acuoso, a moco tendido, esgrimiendo razones que, en su desesperación, repetía, dejándolas ajadas e inservibles.
Hubiera querido seguir escuchando pero la certeza de su desgracia íntima exhibida así - en plena calle, en público -, me obligó (y supongo que a los demás también) a huir, tratando de rescatar, en lo posible, el decoro.
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